Diálogos del hombre con la divinidad y la propia conciencia


 


Los textos sapienciales que conocemos como “Diálogos” resultan para el lector moderno que desea profundizar en la historia del antiguo Egipto tremendamente sugerentes. A través de estos textos podemos acceder a hombres que están hablando unas veces con la divinidad y otras con su propia conciencia, lo que permite que podamos introducirnos en las creencias existentes en el valle del Nilo en relación con estas cuestiones.

Nosotros, en este estudio, deseamos profundizar en tres de estos diálogos: el “Diálogo de Ipuwer y el Señor de la Totalidad”, el “Lamento de Jajeperraseneb” y el “Diálogo del desesperado con su Ba”.

En estos textos, que están ambientados en momentos de incertidumbre, se describen las situaciones negativas por las que el Doble País está pasando. Corren malos tiempos y la Regla de Maat está ausente de la tierra. Todo parece estar subvertido. Los valores morales, ahora, han caído en desuso y los resultados nos muestran una tierra en la que reina la desolación.

Los primeros “Diálogos” fueron escritos en los tiempos del Reino Medio, siendo unos documentos de tipo reflexivo en los que sobresalen las cuestiones morales, existenciales, sociales o políticas.

Este tipo de textos vendría a constituir un subgrupo que se englobaría en el género de la “Literatura Sapiencial”, siendo también conocidos como “Lamentaciones” o “Literatura Pesimista”, ya que suelen describir situaciones claramente negativas. Lo usual es que cuenten con un preámbulo y un epílogo, de tipo narrativo, que enmarcan lo que luego será el propio diálogo, que es la parte esencial del texto.

Los “Diálogos” nos brindas reflexiones acerca de la vida y el orden natural y de como es preciso contar con pautas políticas, sociales y religiosas para su mantenimiento adecuado. Se ha pensado tradicionalmente que describen situaciones propias de las turbulencias del Primer Periodo Intermedio, pero más modernamente se piensa que podrían ser simplemente obras literarias interesadas en enseñar al lector lo que ocurre cuando se invierten en la sociedad los valores morales.


El hombre y la divinidad

Los textos de Ipuwer, conocidos como el “Diálogo de Ipuwer y el Señor de la Totalidad” o las “Admoniciones de un Profeta”, nos han sido transmitidos en el denominado papiro Leyden I 344, documento que se fecha en los tiempos del Reino Medio, si bien su contenido remite a los acontecimientos del Primer Periodo Intermedio, ofreciéndonos la visión de un mundo en desorden político y cósmico, a punto del colapso, en diáfana contraposición con el Egipto centralizado y ordenado del Reino Antiguo. Ipuwer se lamenta ante el dios Atum (El Señor de la Totalidad) de que en el país está reinando la anarquía acompañada de subversión social y política, con lo que de algún modo se está incluso cuestionando la obra del dios y hasta su propia existencia.

Veamos algunos fragmentos del texto, en la versión de Serrano Delgado (1993, pág. 80):


-“Mira, los caminos están (bloqueados); las rutas están vigiladas. La gente se sienta bajo los matorrales, hasta que el (viajero) nocturno llega, para apoderarse de su carga. Se le arrebata lo que lleva, se le apalea a golpes de garrote…

-Mira, el rostro está pálido, y el arquero preparado. Hay maldad por todas partes. No existe ya el hombre de ayer…

-Mira la Cámara Privada, sus escritos han sido robados, y han sido revelados los secretos que (allí) había. Mira, las fórmulas mágicas se han divulgado; los encantamientos shemu y sekbenu son ineficaces a causa de que la gente los repite…

-Mira, los que estaban en las tumbas han sido puestos en el terraplén; los secretos de los embalsamadores se han derrumbado…

-Mirad, aquellos que (antes) poseían camas ahora yacen sobre el suelo… Mirad, las mujeres nobles vagan hambrientas; (en cambio) los siervos están saciados…”


Ipuwer, del que no se ha podido constatar su realidad histórica, nos habla de unos tiempos en que la maldad impera; los hombres miran a sus hijos como si fueran sus enemigos; el Nilo, la vida de Egipto, se sigue desbordando pero nadie se ocupa ya de arar los campos; las mujeres parece que son estériles, ya que ninguna concibe hijos y Khnum, el dios que en su torno de alfarero se encarga de modelar los cuerpos de los niños, ya no da forma a la humanidad; a causa de la situación de enfrentamiento entre las gentes, los pueblos antes sometidos a Egipto han dejado de pagar sus tributos, lo que hace que falten los productos más básicos: el grano, el carbón, la madera; el país está arruinado...

Describe Ipuwer, además, como en el contexto de esa situación de caos los cultos funerarios ya no se celebran y, además, las propias tumbas están siendo saqueadas por los malhechores. Lo que ocultaban las pirámides ha quedado vacío y los cuerpos que reposaban en las tumbas yacen ahora tirados en los terraplenes de los caminos. Incluso los secretos de Egipto, los ocultos misterios de los dioses, han sido divulgados por hombres sin escrúpulos, al igual que las fórmulas mágicas de los rituales. Todo se ha divulgado. Todos conocen los misterios. Ese es el motivo de que los conjuros sean ahora ineficaces Incluso, nos dice Ipuwer, los secretos de los embalsamadores han sido profanados.

En el párrafo XII, 12 de las “Admoniciones”, que vamos a reproducir, Ipuwer se dirige al propio dios, o quizás ahora al rey (garante de Maat en la tierra), para recriminarle su responsabilidad por los males que aquejan al país. El rey, que debe contribuir a que Maat reine en el mundo, habría dejado de cumplir esa misión fundamental para la armonía del cosmos y esa sería la causa de que todo esté ahora trastocado. Seguimos nuevamente a Serrano Delgado (1993, pág. 82):


“Autoridad, Conocimiento y Verdad están contigo, y sin embargo es la confusión lo que difundes por el país, junto con el ruido del tumulto. Mira, los hombres se atacan unos a otros. (La gente) se extralimita de acuerdo con lo que Tú (mismo) has ordenado. Si tres hombres marchan por un camino, pronto se encuentra que son (solo) dos, pues el (número) grande mata al pequeño. ¿Es que hay un pastor que ame la muerte? Así, pues, ordena dar una respuesta, pues esto significa que lo que uno ama el otro (lo) detesta. Esto significa reducir sus formas por todos lados. Esto significa que tu acción es lo que originó eso. Tú has hablado falsamente...”


Jajeperraseneb y su corazón

El texto que ahora vamos a comentar se conoce como “Las lamentaciones de Jajeperraseneb”, siendo propiamente un monólogo, ya que el personaje está hablando con un elemento de su propio ser. Del documento se conserva solamente su inicio, que se nos ha transmitido en la tablilla EA 5645 del Museo Británico y en el ostraca de El Cairo JE 50249. Se ha fechado en la dinastía XVIII (Reino Nuevo).

En este texto el sujeto, que está padeciendo una situación desesperada, mantiene una conversación con su propio corazón (que para los antiguos egipcios era el órgano en el que reposaba la conciencia de la persona). Nuestro hombre se siente cercado por el silencio, por la ausencia de comunicación con los demás, y quiere brindar al lector la lucha que supone combatir ese silencio. De algún modo, a través de la escritura estaría encontrando un medio de redención de las angustias que le oprimen. El texto vendría a ser una colección de proverbios que habría sido realizada por un personaje llamado Jajeperraseneb, hijo de Seny, que habría sido Sacerdote Puro de Iunu (Heliópolis).

Veamos algunos fragmentos (los encabezamientos, en subrayado, son nuestros) en la edición de Sánchez Rodríguez (2003, pág. 118):


Jajeperraseneb quisiera trasmitir lo que siente con palabras y frases nuevas, que nunca hubieran sido 
dichas por los sabios del pasado


“Ojalá tuviera frases desconocidas,
proverbios extraños
con palabras nuevas que no hubieran existido,
que carecieran de repeticiones,
sin dichos de los que son transmitidos y
que los ancestros dijeron…

Ojalá hubiera conocido lo que otros ignoraron,
lo que no se ha relatado;
(yo) lo diría, /y) mi corazón me respondería…”


Descripción de la situación de caos que origina el lamento


“Un año es más duro que el siguiente,
la tierra convertida en algo baldío está confundida desde mi punto de vista…
La justicia es despreciada
y el mal está en el interior de la cámara conciliar.
Se han violado los planes de los dioses
y sus provisiones son descuidadas.
En un tumulto está la tierra:
la pena aparece en todos los rincones;
las ciudades y los distritos están en llanto.
Todos, los semejantes, están sujetos al mal;
la dignidad ha sido anulada.”


Jajeperraseneb le habla a su corazón (conciencia)


“Ven, corazón, voy a hablarte;
debes responderme a mis palabras
y explicarme lo que pasa a través de la tierra,
y como aquellos que brillaban son abatidos.
Ocurre que estoy meditando sobre las cosas que suceden:
la miseria se ha presentado…”


Jajeperraseneb se lamenta del silencio que le rodea


“Es una pena guardar silencio en relación con lo que se ha escuchado
y vano responder al ignorante.
El rechazar un asunto genera enemistad;
el corazón no acepta la verdad…
Todos ponen confianza en la perversidad
y la precisión del lenguaje es abandonada.
Te hablo, oh corazón y debes responderme;
un corazón requerido no calla.
Mira, los asuntos de un sirviente son como los de un señor
y es grande la carga sobre ti.”


El hombre y su alma

El texto que conocemos como “Diálogo del desesperado con su Ba” se ha conservado en papiro, en dos copias que se han fechado en la XII dinastía. Se trata, de un lado, del Papiro de Berlín 3.024, del que lamentablemente no se ha conservado la primera parte del documento, y, de otro, del Papiro Amherst III, en el que solo se han identificado frases aisladas.

La obra, impregnada de contenidos filosóficos, nos expone la disputa que un individuo, desengañado y angustiado, mantiene con su alma (Ba), estando considerada como una de las cimas de la literatura del mundo antiguo. La primera parte del texto no se ha conservado, de modo que la copia que poseemos se inicia en el momento en que el personaje, cuyo nombre no se dice, está respondiendo a su alma. El hombre insiste en que su existencia está tan llena de amargura que la misma no tiene sentido y anhela, por tanto, que le llegue la muerte.

Borrego Gallardo (2015, cap. 5, pág. 15) recoge la propuesta, parece que provisional en estos momentos, del egiptólogo francés C. Barbotin en el sentido de que el “Lamento de Jajeperraseneb” y el “Diálogo del desesperado con su Ba” podrían haber sido realmente un único texto, cuyo nexo de unión se habría perdido para nosotros con el transcurso de los siglos. A favor de esta hipótesis juega la similitud tanto en la temática como en la forma de los dos textos, así como el hecho de que del primer documento solo se conserva su inicio y del segundo solo conocemos su final. No obstante, otros egiptólogos, como B. Mathieu ponen en duda esta propuesta ya que los argumentos de Barbotin no serían suficientemente convincentes.

En el texto que ahora nos ocupa, el Ba, esa parte intangible del ser humano que representa la individualidad y personalidad de cada individuo (se desprende del cuerpo cuando llega la muerte y se eleva, como un ave, a los cielos), responde al desesperado diciéndole que debería contentarse con su vida actual e intentar aprovechar en la medida de lo posible lo bueno de la existencia. Ante la posibilidad de suicidio, que tampoco se expone de forma clara, al no estar preparados los adecuados cultos funerarios ni la tumba, se produciría inevitablemente la aniquilación plena del ser, algo en absoluto aconsejable (ya que entrañaría la ausencia de vida eterna en el más allá). En su intento de convencer al desesperado, su Ba le ofrecerá diversas parábolas con las que pretende hacerle saber la bondad de la vida. Vendrá a decirle que debe vivir e intentar ser feliz. No debe desear la muerte, que ya le llegará en su momento, de todos modos.

A pesar de todo, el hombre, ante las desgracias de su vida, el caos que todo lo invade y la pena que lo envuelve, hace un elogio de la liberación que la muerte le supondría. Ante los horrores de la vida cotidiana la muerte se le aparece como un gozo que desea alcanzar. En el inmenso desgarro interior que supone este texto los dos elementos propios de la personalidad del hombre, lo racional y lo sensible, aparecen debatiendo el significado profundo de la vida y de la muerte, llegando a alcanzar el diálogo una intensidad y una profundidad que raramente se han puesto de manifiesto en la literatura egipcia. Finalmente, tras unos cantos de elevado lirismo en los que el desesperado nos transmite su inmensa angustia, se producirá la reconciliación con su Ba.

En todo caso, el texto, escrito en primera persona, nos remite a un individuo anónimo (algo infrecuente en este tipo de obras) que se encuentra embargado por el desaliento, de modo que piensa que solo la muerte le brinda esperanzas. El personaje que está hablando se siente detestado o apestado. Se compara, incluso, con los malos olores que provoca el calor o la putrefacción. Estamos en unos tiempos difíciles, en los que los hermanos son unos malvados, la violencia reina y la maldad impera. No hay justicia, ahora, en esta vida.

Ya hemos comentado antes que el hombre tendrá ocasión de sentir como su Ba, compadecido ante su angustia, intentará convencerlo de las bondades que nos brinda la vida, incluso, cuando le llegue el momento de morir (no ahora) y se encuentre en el más allá podrá comprobar que los hombres que han tenido una existencia impregnada por la idea de lo justo, serán recompensados con una vida eterna. El propio desesperado afirmará que: “Verdaderamente, aquel que está más allá será un dios viviente…”

Reproducimos seguidamente algunos fragmentos del texto, en la versión de Serrano Delgado (1993, pág. 273):


El hombre se siente un apestado:


“Mira, mi nombre es detestado.
Mira, más que el hedor de los excrementos de aves
en los días de verano, cuando el cielo arde…
Mira, mi nombre es detestado.
Mira, más que el olor de los pescadores,
más que los estanques de las marismas donde han pescado…
Mira mi nombre es detestado.
Mira, más que el de una mujer
acerca de la que se han dicho mentiras al marido…
Mira, mi nombre es detestado.
Mira, más que el de una ciudad del rey
que desata la sedición a su espalda…
…/…

Todo es maldad y violencia en la vida. No hay bondad ni amor:
¿A quién hablaré hoy?
Los hermanos son unos malvados,
y los amigos de hoy ya no aman.

¿A quién hablaré hoy?
Los corazones son rapaces.
cada uno arrebata los bienes de su vecino.

¿A quién hablaré hoy?
La amabilidad ha muerto,
la violencia asalta a todos.

¿A quién hablaré hoy?
Se encuentra satisfacción en la maldad.
La bondad ha sido abandonada por todas partes…

¿A quién hablaré hoy?
No hay nadie justo.
El país ha sido abandonado a los malhechores.

¿A quién hablaré hoy?
Se carece de un amigo íntimo,
y se recurre a un desconocido para quejarse…

…/…


La muerte se le manifiesta como salvación:


La muerte está hoy ante mi
como la fragancia de la mirra,
como sentarse bajo un toldo un día de brisa…

La muerte está hoy ante mi
como el perfume del loto,
como estar sentado al borde de la ebriedad…

La muerte está hoy ante mi
como cuando un hombre desea ver el hogar
después de haber pasado muchos años en cautiverio…”
…/…


Acerca de la vida en el más allá:

“Verdaderamente, aquel que está más allá será un dios viviente
castigando el crimen del malhechor.
Verdaderamente, aquel que está más allá estará en la barca de Ra
haciendo que sus regalos fluyan a los templos.
Verdaderamente, aquel que está más allá será un sabio,
no impedido de apelar a Ra cuando hable…”


El “Diálogo del desesperado con su Ba”, por su contenido, resulta inusual en la literatura egipcia, ya que en general la muerte constituía para sus gentes un primer instante de esperanza hacia una vida eterna feliz, lo que no resultaba posible si se producía de modo voluntario y anticipado. En palabras de Lalouette (2000, pág. 237): “El egipcio, de todas formas, gracias a su carácter optimista y afable, no temía verdaderamente a la muerte, sino que se preparaba para ella; de este modo, el individuo prepara sin problemas su tumba durante su vida terrenal; por su parte, el desgraciado espera la liberación y ruega a los dioses para que ellos le vuelvan a conceder la vida”.




BIBLIOGRAFIA SELECTA


BORREGO GALLARDO, Francisco L. (2015): Literatura y cultura escrita en el Egipto antiguo, Curso de la Universidad de Murcia.

DAUMAS, F. (2000): La civilización del Egipto faraónico, Barcelona, Editorial Óptima.

DRIOTON y VANDIER (1973): Historia de Egipto, Buenos Aires, Editorial Universitaria de Buenos Aires.

JACQ, C. (1998): Las máximas de Ptahhotep, Madrid, Editorial Edaf.

LALOUETTE, C. (2000): La sabiduría semítica. Del antiguo Egipto hasta el Islam, Madrid, Editorial Edaf.

LARA PEINADO, F. (1991): El Egipto faraónico, Madrid, Editorial Istmo.

SÁNCHEZ RODRÍGUEZ, Ángel (2003): La literatura en el antiguo Egipto, Sevilla, Ediciones Egiptomanía.

SERRANO, J. M. (1993): Textos para la historia antigua de Egipto, Madrid, Editorial Cátedra.