Textos para los vivos en el Libro de los Muertos


El “Libro de los Muertos” de los antiguos egipcios contiene diversas fórmulas mágicas cuya finalidad, curiosamente, no es ayudar a los espíritus de las personas fallecidas sino que se pretende que sean conocidas y practicadas por hombres que todavía viven y que previamente han sido iniciados en los misterios de la vida y la muerte. 

Los antiguos egipcios entendían la muerte como un proceso de liberación en el que el espíritu, abandonando la materia, pasaba por una glorificación que culminaba con su llegada a la Luz y su transformación en akh (espíritu luminoso o ser de Luz asimilado al gran dios primordial). 

El “Libro de los Muertos” es el nombre que damos nosotros a un conjunto de rituales y conjuros que los egipcios denominaban como “Libro para salir a la Luz del día”. Con la ayuda de los textos mágicos que lo integran, el espíritu del fallecido veía facilitado su tránsito al más allá, ya que antes de alcanzar la glorificación debía superar diversas pruebas para lo que resultaba especialmente valiosa la ayuda de la magia del libro. 

El “Libro de los Muertos” era un manual que, en principio, solamente habría de ser leído por el fallecido, en su tránsito al Reino de Osiris, así como por el Sacerdote Lector, instruido previamente en la Casa de la Vida, con ocasión de los rituales que habrían de celebrarse en la tumba del difunto. Los conjuros que se integran en el libro, dotados de unos intensos poderes mágicos, formaban parte de un conocimiento secreto e iniciático al que los profanos no podían tener acceso. 

Ese carácter iniciático del conocimiento sagrado que envuelve al “Libro de los Muertos” y, en general, a los textos religiosos y funerarios egipcios, hace que en nuestro tiempo su contenido se nos presente como contradictorio y carente de sentido. El hombre moderno ha perdido el vinculo con lo trascendente y las inscripciones mágicas que emanan de la espiritualidad egipcia se nos muestran tremendamente alejadas en el tiempo, careciendo por nuestra parte de las claves que permitirían comprender su significado liberador del espíritu del hombre dominado hasta su muerte por los sentidos materiales. 


Misterios egipcios 

De entre los misterios egipcios sobresalen, posiblemente por el conocimiento que de ellos tuvieron los filósofos griegos que viajaron a Egipto, los relacionados con el mito de la muerte de Osiris y su resurrección mágica gracias a los poderes de su esposa Isis. 

Los misterios de la muerte y la resurrección de Osiris constituían unas enseñanzas iniciáticas que se desarrollaban en las Casas de la Vida. Eran recibidas, envueltas en el sigilo y el secreto, por grupos de adeptos que después de haber probado que eran merecedores de ello por sus cualidades morales y personales eran instruidos en esos legendarios conocimientos que nos hablaban de la vida después de la muerte. El origen de los antiquísimos cultos mistéricos egipcios se remonta a unos tiempos en que estos hombres, todavía, ni siquiera habían llegado a conocer la escritura. De acuerdo con estas enseñanzas iniciáticas, del mismo modo que Osiris, tras su pasión y muerte, fue resucitado y glorificado por la magia de Isis, también los iniciados en los misterios tenían la esperanza de que el hombre, cuando le llegase la muerte, habría de renacer de nuevo y transfigurarse en Dios. 

Los conjuros, ritos y creencias que se plasman en el “Libro de los Muertos”, que en buena parte recopilan anteriores escritos procedentes de los ”Textos de las Pirámides” y de los “Textos de los Sarcófagos”, no pretenden, en suma, sino ayudar al difunto, iniciado en los misterios, a superar las trabas que habrá de vencer en el proceso de glorificación que le han de permitir transformarse en un espíritu de Luz. 

Los antiguos egipcios nos han dejado algunas referencias que nos hablan de la creencia, propia sin duda solamente de los círculos de iniciados en los misterios, de que el hombre es Dios no solo en el más allá, tras superar el proceso de glorificación que antes hemos apuntado, sino también aquí, en nuestro mundo inferior. Existen, en ese sentido, algunas inscripciones que nos sugieren que los textos mágicos eran ofrecidos a círculos de iniciados que tenían oportunidad de acceder en vida a unos conocimientos sagrados de gran trascendencia. François Daumas cita a un personaje que buen conocedor de las cuestiones teológicas parece aludir en su biografía a las enseñanzas iniciáticas a las que habría tenido acceso. El individuo, un tal Paheri El Kab, que nos habla de un modo ciertamente sibilino, para no traicionar la obligación que tiene de guardar secreto, nos dejó escrito lo siguiente: 

“He sido puesto en la balanza. He salido de ella examinado, intacto, salvado. Yo iba y venía, con las mismas cualidades en mi corazón. No he dicho mentiras contra nadie, pues conocía al Dios que está en el hombre, estaba perfectamente instruido y sabía distinguir esto de aquello. He cumplido con todas las cosas con arreglo a las palabras.” 


Textos para los vivos 

En esta idea de divulgación de algunos de los grandes secretos de la espiritualidad egipcia entre los iniciados que han demostrado ser acreedores de ello, el propio “Libro de los Muertos” contiene diversos conjuros que, curiosamente, no se destinan a los espíritus de los fallecidos sino a los hombres que todavía viven, atrapados –según la creencia de los místicos egipcios- en la materia acuosa de nuestros cuerpos materiales. 

Es el caso de la rúbrica del capítulo 18 (Letanía de la victoria) que nos indica que quien lea diariamente este conjuro, en estado de pureza, estará libre de daño en la tierra. Dice literalmente: “Si se recita esta fórmula en estado de pureza, ello permitirá (al difunto) salir al día, después de haber arribado (al Más Allá), y adquirir la forma que se desee. Pero quienquiera que la lea cada día para sí, esto le permitirá estar libre de daño en la tierra; escapará a todo fuego y ningún mal le alcanzará. Esto es algo de indefinida eficacia.” 

En el capítulo 19, igualmente, existe otra rúbrica en la que se habla de la fórmula de la Corona de la Victoria, conjuro que debía recitarse sobre la corona divina una vez que había sido colocada sobre la cabeza del difunto. Esta fórmula podía también ser recitada por los vivos, en el momento del amanecer, a los que habría de otorgar una gran protección “verdaderamente eficaz, cuyo efecto jamás cesa.” 

Otra fórmula destinada a los vivos se encierra en el capítulo 71 del libro (Fórmula para salir al día). Su rúbrica nos dice que: “Quien conozca esta fórmula estará intacto sobre la tierra, cerca de Re, y podrá tener una bella sepultura cerca de Osiris. Es muy útil (el conocimiento de esta fórmula) al hombre en el Más Allá. Los panes de ofrenda no le faltarán y podrá presentarse ante (Re) en el transcurso de cada día. Esto ha sido verdaderamente eficaz millones de veces.” 

Hemos de citar, también, la rúbrica del capítulo 72 (Fórmula para salir al día y volver a abrir la tumba) en la que se asegura que los vivos que conozcan este capítulo del libro, cuando mueran, podrán volver a la tierra tantas veces como quieran, tomando el aspecto que deseen: “Quien conozca este libro en la tierra o quien lo tuviese escrito en su sarcófago podrá salir al día bajo todos los aspectos que pueda desear (tomar) y entrar (otra vez) en su morada sin ser rechazado. Le serán dados pan y cerveza y una gran pieza de carne proveniente de los altares de Osiris; podrá acceder en paz a la Campiña de las Juncias según la resolución del decreto del que está en Busiris y le serán dados en el Más Allá cebada y espelta. Allí prosperará de igual forma que había prosperado en la tierra y realizará su voluntad como (hacen) los dioses de la Enéada que están en la Duat. Esto ha sido verdaderamente eficaz millones de veces.” 

El capítulo 135 (Fórmula a pronunciar cuando se renueva la luna, a primero de mes), finalmente, llega a prometer abiertamente a la persona que lo conozca que será transformado, en vida, en dios; en efecto, el individuo llegará a ser como Thot, el gran dios del conocimiento y de la iniciación, y recibirá en vida la adoración de los hombres. Dice literalmente su rúbrica: “Quien conozca esta fórmula se convertirá en un bienaventurado perfecto en el Más Allá y no morirá otra vez en el mundo de ultratumba, (sino que) comerá junto a Osiris. El que la conozca en la tierra será como Thot; será adorado por los vivos y no caerá ante el ataque del rey (ni) bajo el fuego de Bastet, (sino que) alcanzará una larga y hermosa vejez.” 


Inmenso secreto 

No obstante el contenido de las rúbricas del “Libro de los Muertos” que hemos comentado anteriormente, lo cierto es que, como indica Lara Peinado, todas esas fórmulas para los vivos están en abierta contradicción con la gran rúbrica final con la que termina el libro. En efecto, esta nos dice que: 

“Lee (este Libro) de modo que ningún hombre (lo) vea, con excepción de tu verdadero amigo íntimo y del sacerdote-lector que esté contigo, comportándote de manera que ningún otro rostro (lo) vea, ni (siquiera) un sirviente venido de fuera... Este Libro es una cosa verdaderamente muy secreta; no debes permitir que las gentes de condición inferior (lo) conozcan en cualquier lugar donde estés y no permitas (que lo conozcan) los habladores (ni ninguna otra persona), excepto tú y tu verdadero amigo íntimo.” 

Esta aparente contradicción entre el carácter secreto del libro y la inclusión en el mismo de fórmulas destinadas a los vivos confirma que a los textos sagrados egipcios tenían acceso personas que habían acreditado, a través de un procedimiento adecuado de iniciación, ser dignas plenamente de adquirir esos conocimientos. 


BIBLIOGRAFÍA 

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